“Perplejidad” (mi primer proyecto) es más íntimo, más juguetón, descubriendo las enormes posibilidades de la luz y de la ficción.
El último trabajo de la escultora Mercè Ribera nos llega en formato de fotografía. Para ella, arte y vida van de la mano, y su obra reciente nos muestra que las distintas artes también lo hacen, que no hay fronteras precisas entre ellas.
Perplexitats nos propone una serie de imágenes, casi todas fotografiadas a partir de los objetos que ha dispuesto sobre una mesa, tal como un escenógrafo coloca los elementos escénicos en el escenario, y ha iluminado con paciencia hasta conseguir el resultado que buscaba. No son imágenes de la realidad, ni pretenden serlo, ni quieren ser metáforas, sino que representan lo que ha creado la prolífica y fecunda imaginación de la artista. De todos los universos que ha creado en su mente, ha materializado y fotografiado aquellos que le han provocado cierta perplejidad, de ahí el nombre de la exposición.
El visitante se encontrará ante imágenes que, lejos de parecer dioramas de maquetista o proyectos de escenografía, nos transportan a un espacio sin límites aparentes, entre onírico y pictórico, donde siempre encontramos una pizca de acción dramática que da sentido a la composición. La diversidad no debería sorprendernos, porque ya hace tiempo que sabemos que la imaginación humana no tiene límites. Lo que sí sorprende es la capacidad de la fotógrafa para crear imágenes dramáticas tan universales que difícilmente el observador dejará de descubrir la historia que cuentan y, además, algo muy relevante, percibirá la imagen como una expresión de su propio universo interior. Más aún, las imágenes son tan vivas y humanas que diferentes espectadores les darán interpretaciones ligeramente distintas, pero no contradictorias, porque lo que las genera es una obra acabada, no dejada a medio hacer bajo la excusa de la interpretación abierta.
Un hombre corriendo por un mar de algodón hacia una escalera que le permitirá escapar del espacio angustiante en el que se encuentra, un barco zarpando visto desde una casa abandonada, una peonza observada a través de la cerradura que es un grito de libertad, aviones picando o sobrevolando muebles o animales, tres plumas como árboles sobre el agua de un erotismo tan pertinente como el de un maniquí detrás de una sábana… Ninguna de estas torpes descripciones responde exactamente a la realidad de las fotografías que pretenden citar, pero son una evidencia de que Mercè logra, y con creces, lo que se propone al compartir su universo creativo con el visitante: que este se sienta atraído, se quede un rato y agradezca la sensación de que ha creado las imágenes pensando en él y en su mundo interior. Por eso, las fotografías de Mercè Ribera, sus perplejidades, son tan universales.
Jordi Font-Agustí.
Cassà de la Selva & Gualta, diciembre 2021
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